29 mar 2021

Un viaje por el tiempo

He aquí un artículo publicado por El Comercio (diario peruano de gran alcance desde hace muchos años atrás), el domingo 9 de noviembre del 2008.

Este es un buen tiempo de recuerdos. Hagamos juntos el recorrido por aquellos descubrimientos que permanecen en nuestra memoria y que son parte de la historia del mundo.
 


¿Qué otros objetos nos falta en esta lista propuesta por el artículo periodístico?

26 mar 2021

Tres de Esopo

Hace muchos siglos atrás vivió un hombre llamado Esopo quien amaba contar historias donde humanizaba a los animales y concluía con moralejas. Fue la inspiración para diferentes escritores como el francés Jean de La Fontaine o el español Samaniego, entre otros.

Quiero regalarte tres de sus fábulas que han sido tomadas por muchos contadores de cuentos y han deleitado a grandes y chicos. Te propongo darle un tono de narrador a la hora de leerlas en voz alta.


1. El águila, el cuervo y el pastor.

Lanzándose desde una cima,

un águila arrebató a un corderito.

 

La vio un cuervo y tratando de imitar al águila,
se lanzó sobre un carnero, pero con tan mal

conocimiento en el arte que sus garras se

enredaron en la lana, y batiendo al máximo
sus alas no logró soltarse.

Viendo el pastor lo que sucedía,

cogió al cuervo, y cortando las puntas de sus alas,

se lo llevó a sus niños.

 

Le preguntaron sus hijos acerca de qué clase
de ave era aquella, y él les dijo:
- Para mí, sólo es un cuervo; pero él, se cree águila.

 Pon tu esfuerzo y dedicación en lo que realmente estás preparado, no en lo que no te corresponde.


02 - El águila, la liebre y el escarabajo.

Estaba una liebre siendo perseguida por un águila,
y viéndose perdida pidió ayuda a un escarabajo,
suplicándole que le ayudara.

Le pidió el escarabajo al águila que perdonara

a su amiga. Pero el águila, despreciando
la insignificancia del escarabajo,
devoró a la liebre en su presencia.

Desde entonces, buscando vengarse, el escarabajo observaba los lugares donde el águila ponía sus huevos, y haciéndolos rodar, los tiraba a tierra.  Viéndose el águila echada del lugar a donde quiera que fuera, recurrió a Zeus pidiéndole un lugar seguro para depositar sus huevos.

Le ofreció Zeus colocarlos en su regazo, pero el escarabajo,
viendo la táctica escapatoria, hizo una bolita de estiércol,
voló y la dejó caer sobre el regazo de Zeus.

Se levantó entonces Zeus para sacudirse aquella suciedad, y tiró por tierra los huevos sin darse cuenta. Por eso desde entonces, las águilas no ponen huevos en la época en que salen a volar los escarabajos.

Nunca desprecies lo que parece insignificante,
pues no hay ser tan débil que no pueda alcanzarte.


03 - El águila de ala cortada y la zorra.

Cierto día un hombre capturó a un águila,
le cortó sus alas y la soltó en el corral junto
con todas sus gallinas. Apenada, el águila,
quien fuera poderosa, bajaba la

cabeza y pasaba sin comer: se sentía
como una reina encarcelada.
 

Pasó otro hombre que la vio, le gustó y decidió comprarla.
Le arrancó las plumas cortadas y se las hizo crecer de nuevo. 

Repuesta el águila de sus alas, alzó vuelo, apresó
a una liebre para llevársela en agradecimiento a su liberador.
 

La vio una zorra y maliciosamente la mal
aconsejaba diciéndole:
--No le lleves la liebre al que te liberó,
sino al que te capturó; pues el que te liberó
ya es bueno sin más estímulo.
Procura más bien ablandar al otro,
no vaya a atraparte de nuevo y te
arranque completamente las alas.

Siempre corresponde generosamente con tus bienhechores, y por prudencia mantente alejado de los malvados que insinúan hacer lo incorrecto.

 

19 mar 2021

Dos cuentos de aquellos...

El mes de marzo nos trae grandes alegrías, este 20 celebramos el día de la Narración Oral y como somos amantes de las historias lo celebraremos con una hermosa transmisión en un ciclo denominado "Las Previas del Puro Cuento". Recuerda que irá todos los sábados a las 11.30am. (hora Perú) desde el FP del Puro Cuento 

Y con este motivo quiero regalarte un par de historias recogidas por dos grandes narradores como son Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares en el libro "Cuentos breves y extraordinarios". 

Una gran cantidad de cuentos cortos forman parte de este magnifico tesoro literario. Ya dirían estos escritorios como prólogo de la obra: "La anécdota, la parábola y el relato hallan aquí hospitalidad, a condición de ser breves" y por ello los compartimos con ustedes. ¡Hoy es viernes de cuento compartido! Recibamos el día de la narración oral con cuentos. Disfrútalo...


EL CIERVO ESCONDIDO


Un leñador de Cheng se encontró en el campo con un ciervo asustado y lo mató. Para evitar que otros lo descubrieran, lo enterró en el bosque y lo tapó con hojas y ramas. Poco después olvidó el sitio donde lo había ocultado y creyó que todo había ocurrido en un sueño. Lo contó, como si fuera su sueño, a toda la gente. Entre los oyentes hubo uno que fue a buscar el ciervo escondido y lo encontró. Lo llevó a su casa y dijo a su mujer:

—Un leñador soñó que había matado un ciervo y olvidó dónde lo había escondido y ahora yo lo he encontrado. Ese hombre sí que es un soñador.

—Tú habrás soñado que viste un leñador que había matado un ciervo. ¿Realmente crees que hubo leñador? Pero como aquí está el ciervo, tu sueño debe ser verdadero —dijo la mujer.

—Aun suponiendo que encontré el ciervo por un sueño —contestó el marido—, ¿a qué preocuparse averiguando cuál de los dos soñó?

Aquella noche el leñador volvió a su casa pensando todavía en el ciervo, y realmente soñó, y en el sueño soñó el lugar donde había ocultado el ciervo y también soñó quién lo había encontrado. Al alba fue a casa del otro y encontró el ciervo. Ambos discutieron y fueron al juez, para que resolviera el asunto. El juez le dijo al leñador:

—Realmente mataste un ciervo y creíste que era un sueño. Después soñaste realmente y creíste que era verdad. El otro encontró el ciervo y ahora te lo disputa, pero su mujer piensa que soñó que había encontrado un ciervo que otro había matado. Luego, nadie mató al ciervo. Pero como aquí está el ciervo, lo mejor es que se lo repartan.

El caso llegó a oídos del rey de Cheng y el rey de Cheng dijo:

—Y ese juez, ¿no estará soñando que reparte un ciervo?

Liehtsé (c. 300 a. C.).

 

 

LOS BRAHMANES Y EL LEON

En cierto pueblo había cuatro brahmanes que eran amigos. Tres habían alcanzado el confín de cuanto los hombres pueden saber, pero les faltaba cordura. El otro desdeñaba el saber; solo tenía cordura. Un día se reunieron. ¿De qué sirven las prendas, dijeron, si no viajamos, si no logramos el favor de los reyes, si no ganamos dinero? Ante todo, viajaremos.


Pero cuando habían recorrido un trecho, dijo el mayor:

—Uno de nosotros, el cuarto, es un simple, que no tiene más que cordura. Sin el saber, con mera cordura, nadie obtiene el favor de los reyes. Por consiguiente, no compartiremos con él nuestras ganancias. Que se vuelva a su casa.

El segundo dijo:

—Esta no es manera de proceder. Desde muchachos hemos jugado juntos. Ven, mi noble amigo, tú tendrás tu parte en nuestras ganancias.

Siguieron su camino y en un bosque hallaron los huesos de un león. Uno de ellos dijo:

—Buena ocasión para ejercitar nuestros conocimientos. Aquí hay un animal muerto; resucitémoslo.

El primero dijo:

—Sé componer el esqueleto.

El segundo dijo:

—Puedo suministrar la piel, la carne y la sangre.

El tercero dijo:

—Sé darle la vida.

El primero compuso el esqueleto, el segundo suministró la piel, la carne y la sangre. El tercero se disponía a infundir la vida, cuando el hombre cuerdo observó:

—Es un león. Si lo resucitan, nos va a matar a todos.

—Eres muy simple —dijo el otro—. No seré yo el que frustre la labor de la sabiduría.

—En tal caso —respondió el hombre cuerdo— aguarda que me suba a este árbol.

Cuando lo hubo hecho, resucitaron al león; éste se levantó y mató a los tres. El hombre cuerdo esperó que se alejara el león, para bajar del árbol y volver a su casa.


Panchatantra, siglo II, a.c.



Cuéntame qué género es tu favorito y comparte el cuento que más te gusta. 

16 mar 2021

El Puro Cuento se acerca...

El 2020 nos dio grandes sorpresas positivas y negativas. Nos pasamos un año esperando que las cosas (como las vivíamos) volvieran a su cauce, pero ya nos dimos cuenta que esto no sucederá o demorará en pasar. Los sectores más afectados han sido los independientes, entre ellos el mundo artístico. 

El Encuentro Internacional Puro Cuento que se realiza en junio, ha reunido de forma presencial a los y las amantes de las historias del mundo en la ciudad de Lima durante ocho años seguidos. El año anterior debido a la pandemia detuvimos actividades con la intención de estudiar detenidamente las posibilidades de realizar este encuentro de forma virtual.

Este año el mundo virtual y la tradición oral unen fuerzas para hacer posible cada una de las actividades propuestas en esta aventura repleta de historias llamada Puro Cuento 9.

En el 2021 celebraremos el noveno encuentro internacional de narración oral Puro Cuento on line y contaremos con la presencia virtual de Aldo Méndez (Cuba), Aneta Cruz-Kaciak (Polonia), Rodolfo González (Costa Rica), los Tapetes contadores de historias (Brasil-Perú) y más. Esta hermosa gama de narradores tendrán como anfitriones a la comunidad cuentera peruana que serán anunciada en breve.

Prepárate, queremos contar con tu presencia. Trabajamos muy duro para que todas estas actividades sean gratuitas y que llegue a aquellos que quieren aprender más sobre cómo preservar la narración de cuentos o cómo utilizar sus bondades dentro de la actividad educativa.

La fiesta irá del 14 al 26 de junio, los talleres virtuales tendrán aforo limitado por ello su inscripción se anunciará con anticipación y los espectáculos sólo estarán activos 12 horas luego de su estreno en el Fan Page de Puro Cuento.  

En breve más información... 

Mientras esperamos a que llegue el Puro Cuento, nos vamos preparando con Las Previas que se transmitirán todos los sábados a las 11.30 am. Hora Perú. Diversos invitados nacionales e internacionales nos acompañarán con cuentos y anécdotas como preámbulo a lo que será nuestro querido noveno encuentro.

12 mar 2021

Un cuento sobre la muerte

El escritor cubano Onelio Jorge Cardoso conocido como el "cuentista mayor" nos regala una historia para este fin de semana. 

Cuéntala a tu familia o a tus amigos/as, estoy segura que lo vas a disfrutar y el cuento cobrará vida gracias a ti.


FRANCISCA Y LA MUERTE

¾Santos y buenos días ¾ dijo la muerte, y ninguno de los presentes la pudo reconocer. ¡Claro!, venía la parca con su trenza retorcida bajo el sombrero y su mano amarilla al bolsillo.

¾Si no molesto ¾ dijo¾, quisiera saber dónde vive la señora Francisca.

¾Pues mire ¾ le respondieron, y asomándose a la puerta, señaló un hombre con su dedo rudo de labrador:

¾Allá por las cañas bravas que bate el viento, ¿ve? Hay un camino que sube la colina. Arriba hallará la casa.


«Cumplida está» 
¾pensó la muerte y dando las gracias echó a andar por el camino aquella mañana que, precisamente, había pocas nubes en el cielo y todo el azul resplandecía de luz.

Andando pues, miró la muerte la hora y vio que eran las siete de la mañana. Para la una y cuarto, pasado el meridiano, estaba en su lista cumplida ya la señora Francisca.

«Menos mal, poco trabajo; un solo caso», se dijo satisfecha de no fatigarse la muerte y siguió su paso, metiéndose ahora por el camino apretado de romerillo y rocío.

Efectivamente, era el mes de mayo y con los aguaceros caídos no hubo semilla silvestre ni brote que se quedara bajo tierra sin salir al sol. Los retoños de las ceibas eran pura caoba transparente. El tronco de la guayaba soltaba, a espacios, la corteza, dejando ver la carne limpia de la madera. Los cañaverales no tenían una sola hoja amarilla. Verde era todo, desde el suelo al aire y un olor a vida subiendo de las flores.

Natural que la muerte se tapara la nariz. Lógico también que ni siquiera mirara tanta rama llena de nido, ni tanta abeja con su flor. Pero, ¿qué hacerse?; estaba la muerte de paso por aquí, sin ser su reino.

Así, pues, echó y echó la muerte por los caminos hasta llegar a casa de Francisca:

¾Por favor, con Panchita ¾dijo adulona la muerte.

¾Abuela salió temprano ¾contestó una nieta de oro, un poco temerosa aunque la parca seguía con su trenza bajo el sombrero y la mano en el bolsillo.

¾¿Y a qué hora regresa? ¾preguntó.

¾¡Quién lo sabe! ¾dijo la madre de la niña¾. Depende de los quehaceres. Por el campo anda, trabajando.

Y la muerte se mordió el labio. No era para menos seguir dando rueda por tanto mundo bonito y ajeno.

¾Hace mucho sol. ¿Puedo esperarla aquí?

¾Aquí quien viene tiene su casa. Pero puede que ella no regrese hasta el anochecer o la noche misma.

«¡Contra!», pensó la muerte, «se me irá el tren de las cinco. No; mejor voy a buscarla». Y levantando su voz, dijo la muerte:

¾¿Dónde, al fijo, pudiera encontrarla ahora?

¾De madrugada salió a ordeñar. Seguramente estará en el maíz, sembrando.

¾¿Y dónde está el maizal? ¾preguntó la muerte.

¾Siga la cerca y luego verá el campo arado detrás.

¾Gracias ¾dijo seca la muerte y echó a andar de nuevo.

Pero miró todo el extenso campo arado y no había un alma en él. Sólo garzas. Soltóse la trenza la muerte y rabió:

«¡Vieja andariega, dónde te habrás metido!» Escupió y continuó su sendero sin tino.

Una hora después de tener la trenza ardida bajo el sombrero y la nariz repugnada de tanto olor a hierba nueva, la muerte se topó con un caminante:

¾Señor, ¿pudiera usted decirme dónde está Francisca por estos campos?

¾Tiene suerte ¾dijo el caminante¾, media hora lleva en casa de los Noriegas. Está el niño enfermo y ella fue a sobarle el vientre.

¾Gracias ¾dijo la muerte como un disparo, y apretó el paso.

Duro y fatigoso era el camino. Además ahora tenía que hacerlo sobre un nuevo terreno arado, sin trillo, y ya se sabe cómo es de incómodo sentar el pie sobre el suelo irregular y tan esponjoso de frescura, que se pierde la mitad del esfuerzo. Así por tanto, llegó la muerte hecha una lástima a casa de los Noriegas:

¾Con Francisca, a ver si me hace el favor.

¾Y se marchó.

¾¡Pero, cómo! ¿Así, tan de pronto?

¾¿Por qué tan de pronto? ¾le respondieron¾ . Sólo vino a ayudarnos con el niño y ya lo hizo. ¿A qué viene extrañarse?

¾Bueno..., verá ¾dijo la muerte turbada¾ , es que siempre una hace su sobremesa en todo, digo yo.

¾Entonces usted no conoce a Francisca.

¾Tengo sus señas ¾dijo burocrática la Impía.

¾A ver; dígalas ¾esperó la madre. Y la muerte dijo:

¾Pues..., con arrugas; desde luego ya son sesenta años...

¾¿Y qué más?

¾Verá..., el pelo blanco..., casi ningún diente propio..., la nariz, digamos...

¾¿Digamos qué?

¾Filosa.

¾¿Eso es todo?

¾Bueno..., por demás nombre y dos apellidos.

¾Pero usted no ha hablado de sus ojos.

¾Bien; nublados..., sí, nublados han de ser..., ahumados por los años.

¾No, no la conoce ¾dijo la mujer¾ . Todo lo dicho está bien, pero no los ojos. Tiene menos tiempo en la mirada. Ésa, quien usted busca, no es Francisca.

Y salió la muerte otra vez al camino. Iba ahora indignada, sin preocuparse mucho por la mano y la trenza, que medio se le asomaba bajo el ala del sombrero.

Anduvo y anduvo. En casa de los González le dijeron que estaba Francisca a un tiro de ojo de allí, cortando pangola para la vaca de los nietos. Mas, sólo vio la muerte la pangola recién cortada y nada de Francisca, ni siquiera la huella menuda de su paso.

Entonces la muerte, quien ya tenía los pies hinchados dentro de los botines enlodados, y la camisa negra, más que sudada, sacó su reloj y consultó la hora:

¾¡Dios! ¡Las cuatro y media! ¡Imposible! ¡Se me va el tren!

Y echó la muerte de regreso, maldiciendo.

Mientras, a dos kilómetros de allí, escardaba de malas hierbas Francisca el jardincito de la escuela. Un viejo conocido pasó a caballo y, sonriéndole, le tiró a su manera el saludo cariñoso:

¾Francisca, ¿cuándo te vas a morir?

Ella se incorporó asomando medio cuerpo sobre las rosas y le devolvió el saludo alegre:

¾Nunca ¾dijo¾, siempre hay algo que hacer.

 

Abril de 1973

5 mar 2021

Un cuento de Andersen

Hans Christian Andersen nos regala un cuento divertido y reflexivo. Te invito a léelo en voz alta dándole la entonación que gustes. Lee y diviértete.


Cinco en una vaina


Cinco guisantes estaban encerrados en una vaina, y como ellos eran verdes y la vaina era verde también, creían que el mundo entero era verde, y tenían toda la razón. Creció la vaina y crecieron los guisantes; para aprovechar mejor el espacio, se pusieron en fila. Por fuera lucía el sol y calentaba la vaina, mientras la lluvia la limpiaba y volvía transparente. El interior era tibio y confortable, había claridad de día y oscuridad de noche, tal y como debe ser; y los guisantes, en la vaina, iban creciendo y se entregaban a sus reflexiones, pues en algo debían ocuparse.

- ¿Nos pasaremos toda la vida metidos aquí? -decían-. ¡Con tal de que no nos endurezcamos a fuerza de encierro! Me da la impresión de que hay más cosas allá fuera; es como un presentimiento.

Y fueron transcurriendo las semanas; los guisantes se volvieron amarillos, y la vaina, también.

- ¡El mundo entero se ha vuelto amarillo! -exclamaron; y podían afirmarlo sin reservas.

Un día sintieron un tirón en la vaina; había sido arrancada por las manos de alguien, y, junto con otras, vino a encontrarse en el bolsillo de una chaqueta.

- Pronto nos abrirán -dijeron los guisantes, afanosos de que llegara el ansiado momento.

- Me gustaría saber quién de nosotros llegará más lejos -dijo el menor de los cinco-. No tardaremos en saberlo.

- Será lo que haya de ser -contestó el mayor.

¡Zas!, estalló la vaina y los cinco guisantes salieron rodando a la luz del sol. Estaban en una mano infantil; un chiquillo los sujetaba fuertemente, y decía que estaban como hechos a medida para su cerbatana. Y metiendo uno en ella, sopló.

- ¡Heme aquí volando por el vasto mundo! ¡Alcánzame, si puedes! -y salió disparado.

- Yo me voy directo al Sol -dijo el segundo-. Es una vaina como Dios manda, y que me irá muy bien-. Y allá se fue.

- Cuando lleguemos a nuestro destino podremos descansar un rato -dijeron los dos siguientes-, pero nos queda aún un buen trecho para rodar-, y, en efecto, rodaron por el suelo antes de ir a parar a la cerbatana, pero al fin dieron en ella-. ¡Llegaremos más lejos que todos!

- ¡Será lo que haya de ser! - dijo el último al sentirse proyectado a las alturas. Fue a dar contra la vieja tabla, bajo la ventana de la buhardilla, justamente en una grieta llena de musgo y mullida tierra, y el musgo lo envolvió amorosamente. Y allí se quedó el guisante oculto, pero no olvidado de Dios. 

- ¡Será lo que haya de ser! - repitió.

Vivía en la buhardilla una pobre mujer que se ausentaba durante la jornada para dedicarse a limpiar estufas, aserrar madera y efectuar otros trabajos pesados, pues no le faltaban fuerzas ni ánimos, a pesar de lo cual seguía en la pobreza. En la reducida habitación quedaba sólo su única hija, mocita delicada y linda que llevaba un año en cama, luchando entre la vida y la muerte. 

- ¡Se irá con su hermanita! -suspiraba la mujer-. Tuve dos hijas, y muy duro me fue cuidar de las dos, hasta que el buen Dios quiso compartir el trabajo conmigo y se me llevó una. Bien quisiera yo ahora que me dejase la que me queda, pero seguramente a Él no le parece bien que estén separadas, y se llevará a ésta al cielo, con su hermana.

Pero la doliente muchachita no se moría; se pasaba todo el santo día resignada y quieta, mientras su madre estaba fuera, a ganar el pan de las dos.

Llegó la primavera; una mañana, temprano aún, cuando la madre se disponía a marcharse a la faena, el sol entró piadoso a la habitación por la ventanuca y se extendió por el suelo, y la niña enferma dirigió la mirada al cristal inferior. 

- ¿Qué es aquello verde que asoma junto al cristal y que mueve el viento? 

La madre se acercó a la ventana y la entreabrió.

- ¡Mira! -dijo-, es una planta de guisante que ha brotado aquí con sus hojitas verdes. ¿Cómo llegaría a esta rendija? Pues tendrás un jardincito en que recrear los ojos.

Acercó la camita de la enferma a la ventana, para que la niña pudiese contemplar la tierna planta, y la madre se marchó al trabajo.

- ¡Madre, creo que me repondré! -exclamó la chiquilla al atardecer-. ¡El sol me ha calentado tan bien, hoy! El guisante crece a las mil maravillas, y también yo saldré adelante y me repondré al calor del sol.

- ¡Dios lo quiera! -suspiró la madre, que abrigaba muy pocas esperanzas. Sin embargo, puso un palito al lado de la tierna planta que tan buen ánimo había infundido a su hija, para evitar que el viento la estropease. Sujetó en la tabla inferior un bramante, y lo ató en lo alto del marco de la ventana, con objeto de que la planta tuviese un punto de apoyo donde enroscar sus zarcillos a medida que se encaramase. Y, en efecto, se veía crecer día tras día.

- ¡Dios mío, hasta flores echa! -exclamó la madre una mañana­ y entróle entonces la esperanza y la creencia de que su niña enferma se repondría. Recordó que en aquellos últimos tiempos la pequeña había hablado con mayor animación; que desde hacía varias mañanas se había sentado sola en la cama, y, en aquella posición, se había pasado horas contemplando con ojos radiantes el jardincito formado por una única planta de guisante. 

La semana siguiente la enferma se levantó por primera vez una hora, y se estuvo, feliz, sentada al sol, con la ventana abierta; y fuera se había abierto también una flor de guisante, blanca y roja. La chiquilla, inclinando la cabeza, besó amorosamente los delicados pétalos. Fue un día de fiesta para ella.

- ¡Dios misericordioso la plantó y la hizo crecer para darte esperanza y alegría, hijita! - dijo la madre, radiante, sonriendo a la flor como si fuese un ángel bueno, enviado por Dios.

Pero, ¿y los otros guisantes? Pues verás: Aquel que salió volando por el amplio mundo, diciendo: «¡Alcánzame si puedes!», cayó en el canalón del tejado y fue a parar al buche de una paloma, donde encontróse como Jonás en el vientre de la ballena. Los dos perezosos tuvieron la misma suerte; fueron también pasto de las palomas, con lo cual no dejaron de dar un cierto rendimiento positivo. En cuanto al cuarto, el que pretendía volar hasta el Sol, fue a caer al vertedero, y allí estuvo días y semanas en el agua sucia, donde se hinchó horriblemente.

- ¡Cómo engordo! -exclamaba satisfecho-. Acabaré por reventar, que es todo lo que puede hacer un guisante. Soy el más notable de los cinco que crecimos en la misma vaina.

Y el vertedero dio su beneplácito a aquella opinión.

Mientras tanto, allá, en la ventana de la buhardilla, la muchachita, con los ojos radiantes y el brillo de la salud en las mejillas, juntaba sus hermosas manos sobre la flor del guisante y daba gracias a Dios.

- El mejor guisante es el mío -seguía diciendo el vertedero.